La encomienda y la mita: disfraz de la conquista
Para explotar los recursos naturales se impuso la institución de la encomienda. El español podía repartirse o encomendarse los indios, con la obligación de instruirlos en la religión católica y en el conocimiento de la “vida civilizada” y a su vez tenía el derecho de solicitarles tributo en especie o en trabajo. En la rica región minera de Marmato, Vega de Supía y Quiebralomo se establecieron las encomiendas con el fin de adquirir mano de obra para las minas y para obtener tributos en oro. En las zonas donde los indígenas estaban acostumbrados a una economía agrícola y eran sometidos al pago de tributos a sus caciques y señores, se les podía imponer con facilidad la nueva institución sin hacer una ruptura violenta con las costumbres anteriores, pues sólo significaba el cambio de un explotador por otro. A la postre los conflictos entre los encomenderos, por repartirse la fuerza de trabajo, las agotadoras jornadas y los altos tributos, condujeron a la despoblación y a la resistencia y férrea oposición de los encomendados.
También se introdujo otro sistema de domino llamado la mita, que es una forma de prestar servicios por turnos. Se utilizó ampliamente en la zona minera de Marmato, Supía, Quiebralomo y Anserma donde cada pueblo debía aportar al año uno de cada siete indios tributarios para labores de minería, pero cuando escaseó la mano de obra aumentaron la cuota. Este sistema desorganizó la vida de los pueblos indígenas pues impedía la dedicación a las labores agrícolas y apartó a los varones de sus familias. Las constantes fugas para librarse de la mita, hacia regiones inhóspitas, obligó a los dueños de minas a reemplazar la mano de obra indígena con esclavos africanos.